Conoce a... Bessie Head
Una lucha por el poder
Bessie Head
Traducción de michelle renyé
para Mujer Palabra (Traducciones feministas)
y el Bessie Head Heritage Trust en Botswana
Versión bilingüe con notas a la traducción ( 7 páginas)
El universo tenía un sueño de mayor belleza. No trataba de la ley de la selva o la supervivencia de quien mejor se adapta; era un sueño que con frecuencia guiaba la vida de las personas buenas : poder neutralizar el mal. En África del sur, todo el mundo lo había vivido antes de la época colonial. Iluminaba sus asuntos recurrentemente, aun cuando siempre surgieran los oscuros trazados del horror, que todo lo envuelven.
Era como si, habiendo vivido la gente en comunidades estables durante el tiempo que fuera, surgieran de pronto hostilidades de una naturaleza intolerable a consecuencia de luchas por el poder, rivalidades, envidias. No todas las historias eran interesantes o comprensibles, pero sí tan directas y brutales como la oscuridad destruyendo lo oscuro y ningún gobierno quedaba libre de esta tara. Ante tan feroces pasiones por el poder, la comunidad no solía ofrecer resistencia, y así se formó la base de una enmarañada historia de clanes y migraciones. Cuando todo terminó, solo algún árbol, la orilla de un río, una colina o montaña resonaban en la memoria como lugar que habitó alguna tribu alguna vez.
Había dos hermanos del clan Tlabina, Davhana y Baeli. En varios sentidos, Davhana estaba destinado a gobernar. Como primogénito, era el legítimo heredero al trono, y en reconocimiento del hecho, cuando al viejo rey, padre de los dos, le empezó a faltar la salud, le entregó a Davhana los utensilios sagrados para los rituales de lluvia – un símbolo de su destino. A esto se sumaba la personalidad excepcionalmente compleja de Davhana, que resplandecía en sus intensos ojos negros. Llevaba consigo la inquietante belleza de la tierra en movimiento, y podía reír tanto y con tal fuerza que era como escuchar al viento acelerándose por las sabanas abiertas. Alto y fuerte, sus movimientos eran ágiles y flexibles. Con cariño, le llamaban Bello Ser o Gran León, títulos otorgados formalmente, sin mayor significación, a los reyes, aunque en el caso de Davhana reflejaran su fuerza vital. A pesar de todo esto, su sucesión no estaba asegurada, y su destino tomó un rumbo inesperado.
Se encontraban en la ceremonia de enterramiento del padre cuando Baeli lanzó ferozmente el primer desafío a la sucesión de su hermano. Como hijo mayor, a Davhana le correspondía el derecho a iniciar la tarea de cavar la tumba. Ante las personas congregadas, aquello confirmaría su reinado. Davhana había alzado su herramienta cuando, Baeli, el menor, dando un paso al frente, se adelantó para abrir la tierra primero. El hermano mayor dio un paso hacia atrás de inmediato, dejando deslizarse la herramienta a su costado. Conmocionado, miró hacia el horizonte, los labios contraídos en un gesto de rechazo. El menor se enderezó lentamente. Miró al frente también, aunque esbozando una sonrisa, y con la mirada llena de peligro. Los gestos fueron tan inesperados que la multitud se estremeció instintivamente, y a duras penas pudo sofocar las exclamaciones de alarma. Todas y cada una de las personas allí reunidas supieron en el acto que la sucesión quedaba abierta a disputa.
Automáticamente, la comunidad se desentendió del asunto. La verdadera lucha por el poder se daría en el círculo íntimo de familiares e integrantes del Consejo. Para la mayoría en el poblado, el proceso no tenía protagonistas: respetaban no tanto a quien detentaba el cargo como el cargo mismo. Y sin embargo, esto parecía contradictorio. El puesto debía ser disputado por personas de pasión , pues si llegaba al trono una persona infame, la comunidad sufriría. Cuando esto sucedía, lo tradicional era adoptar una serie de actitudes cínicas, como: “Respetamos a todos los sucesores porque no sabemos quién acabará siendo el jefe…” Si la situación se ponía difícil, la inmensa mayoría se acordaba de pronto de que había que marcar el ganado o atender las obligaciones cotidianas.
Los dos jóvenes de pasión se alejaron del funeral caminando uno junto al otro durante un trecho, Davhana adaptándose al paso de su hermano.
“Baeli”, preguntó sin más preámbulo, como era habitual en él. “¿Por qué abriste tú primero la tierra para enterrar a padre? ¡Era mi obligación por derecho! Me has puesto en evidencia delante de todo el mundo… ¿Por qué lo has hecho?”
Con todo su cuerpo, se dispuso a escuchar la respuesta de su hermano, que no llegó. Sólo se escuchaba en el silencio el ritmo de los pies caminando acompasados. Davhana giró la cabeza hacia el rostro de su hermano. Baeli mantenía la mirada fija al frente; aún se esbozaba la sonrisa y sus ojos creaban distancia. ¿Iba a ser aquel hecho feroz lo que les comunicara que eran absolutos desconocidos el uno para el otro? Ayer mismo, habían compartido una juventud, habían cazado juntos, parecían reír con las mismas cosas. Sólo Davhana sintió la punzada del dolor. Su personalidad irradiaba hacia fuera, abierta siempre al amor y la amistad. La de su hermano se quedaba dentro, creando un torbellino de oscuridad. Davhana sintió que iba a arrastrarlo a él también, por lo que se alejó instintivamente, tomando su propio rumbo.
Caminó hasta llegar a un claro fuera del poblado. La noche caía y el aire era tibio. Tras la pequeña colina lejana, apareció una luna llena y amarilla. Todo era silencio y quietud. El callado rumor de los insectos entre la hierba era dulce y calmo. El joven se tendió sobre la tierra y pronto se perdió en sus pensamientos. De vez en cuando, suspiraba hondo, como si fuera acercándose a un cruce de caminos, como si estuviera recogiendo los fragmentos dispersos de su joven vida. Había vivido con la audaz generosidad de su naturaleza y nada en su pasado sobresalía como una cumbre. Había vivido, bailado, comido y cantado, disfrutando enteramente de los placeres del momento. Los acontecimientos del día le envolvieron en pesadas sombras.
Unos pasos suaves lo sacaron de su ensimismamiento. La luz de la luna dibujó la silueta de uno de los ancianos de la tribu. Davhana giró la cabeza para mirarlo, los ojos refulgentes, y le invitó a sentarse. El anciano se acuclilló junto a la figura medio tendida y contempló sin más la pequeña colina tras la cual la luna se había elevado.
“¿Te afligen tus pensamientos, Bello Ser?” preguntó finalmente. “Llevo aquí un rato y te he oído suspirar.”
“No, tío,” respondió el joven, sacudiendo la cabeza con firmeza. “Nada me aflige. Si suspiro será sólo porque pierdo ya la levedad de la juventud.”
El anciano tiró de algunas hojas de hierba y continuó con la mirada fija en la colina distante.
“Todo el mundo presenció hoy la deplorable actuación de tu hermano”, dijo. “Ha sido una falta de respeto terrible, y algunos nos preguntamos qué puede haberla motivado.”
El joven volvió a torcer la boca en un gesto de rechazo, como si reconocer la envidia y la codicia le ubicara en un plano inferior.
“Baeli siempre ha tenido tendencias extrañas”, dijo. “Pero siempre me ha gustado que fuéramos hermanos.” The elder plucked at a few strands of grass and continued to stare at the distant hill.
El anciano guardó silencio. Cuando habló su voz era tan dulce y sosegada como el callado rumor de los insectos entre la hierba.
“He venido para enseñarte algunas cosas de la vida”, dijo. “A nadie se le ha dado un don como el tuyo, Bello Ser. Desean que gobiernes porque entienden que contigo les aguarda una época de prosperidad y felicidad… Todos estos años has vivido entre tu gente y tu forma de actuar ha sido buena para la comunidad. Si alguien trabajaba en su casa, te detenías para ayudarle a atar las vigas; compartías generosamente la caza con todo tu grupo sin pretender una parte mayor … Dondequiera que fueras, has llevado contigo la alegría y la felicidad. La comunidad comprende bien esas cualidades. Son los talentos naturales de una persona buena ... Pero estos mismos talentos pueden ser desastrosos en un gobernante. Quien gobierna debe analizar el lado oscuro de la vida humana y entender que los hombres pertenecen a esa oscuridad... Muchos nacen con talentos erróneos, y esto les pierde. No encuentran la paz, y cuando sus envidias se exaltan son capaces de hacer cosas terribles…”
El anciano hablaba haciendo pausas, buscando transmitir lo que le causaba temor y alarma. Para llegar al día de la sucesión sin derramamiento de sangre era fundamental que nadie hubiera declarado públicamente su ambición. Baeli lo había hecho, y con solo un poco de aquel veneno podían desatarse todo tipo de hechos terribles. En su historia, se habían producido algunos hechos terribles. Habían sido gobernados por lunáticos y todo tipo de deficientes mentales obsesionados con envenenarse o asesinarse. Su abuelo mismo había sido envenenado por un hermano, que a su vez había sido asesinado por otro. Ni siquiera el reinado del padre de Davhana se había visto libre de aquella tara – el largo periodo de paz en que gobernó se construyó sobre varios asesinatos.
“Pronto aprenderás las reglas de la vida, Bello Ser”, murmuró el anciano. “Tendrás que matar o morir.”
El joven no respondió. La luz de la luna fue envolviendo al anciano y el callado rumor de los insectos entre la hierba era dulce y tranquilizador.
***
La lucha que se desató entre Davhana y su hermano fue tan indefinida que no era fácil abordarla. Ocurría en el Consejo, cuando se sentaban a debatir los temas del día. Siempre había algún punto en el que Baeli lograba toda la atención para sí, dejando sin papel a su hermano Davhana; pedía la palabra después de su hermano, y mientras la pregunta o reflexión del mayor aún vibraba en el aire aguardando respuesta, el menor suscitaba otra cuestión, desviando la atención de los hombres en una nueva dirección, y quedando el punto anterior completamente despreciado. Hubo quien empezó a disfrutar de este juego, y Davhana empezó a perder apoyos rápidamente. Además, se negaba a utilizar su autoridad en momentos cruciales, dejando escapar los debates. Además, se negaba a responder con intrigas a quienes hubieran intrigado contra él con su hermano, por muy evidente que aquello fuera.
Cuando se vieron en el lado oscuro de la luna, se desató la más escalofriante masacre. Sólo Davhana logró salvar la vida escapando al interior de la noche. Tenía heridas de lanza en el hombro derecho. Se las habían hecho mientras dormía en su choza, no sabía quién, pero en la confusión del forcejeo en la oscuridad, había logrado zafarse de aquellas manos que lanzaban puñaladas contra él y había echado a correr.
En determinado momento de su fuga a la oscuridad, Davhana se detuvo una vez más para sopesar su destino -- seguía disperso y fragmentado, pero la frescura y la belleza de su juventud le protegía como un manto: si el poder era aquella mirada extraviada y envenenada de su hermano, no quería tener nada que ver con aquel mundo. Nada le había paralizado, frustrado y enfurecido más que aquella mirada.
“Que tome todo cuanto desea”, pensó Davhana. “No voy a volver. Deseo vivir.”
Aquella noche eligió para sí la vida de quien se refugiaría donde pudiera, y así, continuó su huida en la noche.
A la mañana siguiente el poblado del clan Tlabina despertó a un nuevo orden. Su líder era un asesino. Baeli había pasado a cuchillo cualquier potencial oposición y nadie se atrevía a enfrentarse a él. El ritual de sucesión siguió su curso. Cuando Baeli aparecía, un coro de adulaciones le daba la bienvenida y toda persona presente obedecía con humildad. Se escucharon los consabidos discursos de las inauguraciones de gobiernos sin personalidad.
Después de tres lunas llegó al poblado la noticia de que Davhana estaba a salvo. Había sido acogido por el poderoso clan Pedi. El clan Tlabina empezó a desterrarse de su hogar, a veces en grandes grupos, otras de a pocos, hasta que todo el mundo había abandonado a Baeli. Quizá se lo comieron los animales salvajes, ¿quién sabe?…
Una lucha por el poder era el gran diálogo en aquellos tiempos y muchos aspectos de aquel diálogo venían marcados por la grandeza de líderes como Davhana. No había nada impersonal, puesto que las personas con vitalidad siempre ponen los diálogos en movimiento. Empujan a la gente a plantearse la compleja cuestión de elegir entre el bien o el mal. Este hilo de extraña belleza filosófica estaba profundamente entretejido en la historia de esta tierra y estos hechos se contaron tantas veces que pasaron a convertirse en la única historia conocida por la comunidad.
Con la llegada de la época colonial, esta historia quedó acallada. Se impuso un nuevo orden en la vida. Los reyes quedaron olvidados y se convirtieron en mitos del pasado. Ya no había que discernir entre lo que era bueno o malo. Sólo cabía la esclavitud y la explotación.
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Publicado en mujerpalabra.net en julio 2022