Pensamiento - Sociedad, economía, filosofía y política
Sobre el suicidio
Angels Per Font (Notas de Facebook, 2010)
He hablado de ello en conversaciones, como casi todo el mundo. Pero nunca me he atrevido a escribir sobre ello por razones obvias.
Pero el otro día colgué un enlace: "Je suis malade" de la cantante Dalida. Llegué hasta esa canción de forma más o menos casual, como muchas veces nos ocurre navegando por la red. Me conmovió tanto que lo puse en mi muro. Si he de ser sincera apenas si conocía vagamente a la cantante. Al saber su historia me di cuenta que su talento de alguna forma siempre quedará eclipsado por sus últimas palabras escritas antes de morir de una sobredosis de barbitúricos: "Perdónenme, la vida es insoportable".
Esto me llevo a pensar en el suicidio como mito (y cuando digo mito quiero decir fabulación, leyenda y creencia) de la modernidad y postmodernidad. El mito del suicidio como el máximo acto de libertad (o liberación) humana. El mito del suicidio como máxima expresión de la voluntad. Mito que se muestra desde figuras de la modernidad como la heroína romántica Bettina Brentano hasta iconos de la prepostmodernidad como Janis Joplin. Al hilo de esto, pensé en el halo trágico con que el imaginario colectivo rodea a referentes de la creación artística y cultural: Van Gogh, María Callas, Sandor Marai, James Dean, Jim Morrison, etc. Y esto me hizo recordar unas palabras de Cristina Peri Rossi publicadas en su poemario Estrategia del deseo: "Mamá, cuando te morirás para yo suididarme tranquila". Unos versos muy valientes y descarnados. Sin embargo, la escritora, fumadora empedernida, dejó de hacerlo cuando se vio con un pie aquí y otro allí. Interpreto sus palabras como un acto de exorcismo.
Por otra parte pensé en la construcción sociocultural y valores éticos asociados al suicidio en Occidente. Antes del advenimiento del cristianismo como religión oficial, el suicidio no sólo no estaba condenado y reprobado moralmente sino que era una salida digna a reos de muerte (Séneca, Sócrates). Todos sabemos del código de honor de los samurais, de las costumbres de los ancianos inuits. Pero vivimos en Occidente y somos herederos de una moral cristiana, nos guste o no.
Independientemente de ese tipo de consideraciones mi pregunta es: ¿Por qué los humanos somos la única especie que vulnera la suprema ley natural de la supervivencia llevándonos hasta la autodestrucción?
Antonio Muñoz Molina en su magnífica novela Plenilunio nos muestra el crimen tal cual es. Yo carezco de talento literario pero me gustaría poder hacer lo mismo con la idea del suicidio. Muñoz Molina despoja de todo brillo "literario", por decirlo de alguna manera, al crimen utilizando los mismos recursos creativos del género de la novela negra que convierte al crimen en algo tan atractivo. El resultado final es espléndido. Nos muestra el crimen como en verdad es: sórdido, repugnante, indeseable e infrahumano.
Si yo tuviese talento literario haría los mismo: mostrar la verdad desnuda de suicidio. Sin caer en moralinas maniqueas ni lecciones de ética a nadie. Sin caer en torpes consejos de manual de autoyuda de psicología de baratillo. Sin brillos románticos.
La verdad del suicidio es el fracaso de la voluntad de vivir. Y eso, la voluntad de vivir (y no el deseo de morir) es de lo único que somos absolutos dueños.
No poseemos nada, ni siquiera la vida, ni mucho menos la muerte. Sólo tenemos la sagrada voluntad de seguir vivos exista o no existan dios, los dioses, o cualquier otra superchería donde nos refugiemos del miedo.
Información sobre uso de este material: consultar con la autora
Publicado en mujerpalabra.net en el verano del 2010