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Pensamiento - Sociedad, economía, filosofía y política

Volver a Sexualidad, afectos y cultura - Pensamiento en Mujer Palabra La ideología patriarcal

Volver al índice de la autora Coral Herrera Gómez

Gracias a la Antropología Cultural, hoy sabemos que también se puede hablar en plural de los patriarcados de igual modo que de las masculinidades; porque son construcciones simbólicas y políticas que varían cultural e históricamente. Para Pierre Bourdieu (1998), estas estructuras de dominación son el producto histórico de un trabajo continuado de reproducción al que contribuyen "unos agentes singulares (entre los que están los hombres, con unas armas como la violencia física y la violencia simbólica) y unas instituciones: familia, Iglesia, Escuela, Estado".

Las definiciones acerca del patriarcado son innumerables; pero básicamente es una forma de organización política, económica, religiosa y social basada en la autoridad y el liderazgo de unos pocos varones sobre el resto. En este sistema, según Dolors Reguant, se da el predominio de los hombres sobre la naturaleza, del marido sobre la esposa, del padre sobre la madre y los hijos, y de la línea descendente paterna sobre la materna.

La ideología patriarcal se adapta, según Kate Millet, a todos los sistemas políticos y económicos: al feudalismo, al absolutismo, al comunismo, al capitalismo, a las democracias… pero aunque es compartida por muchas culturas humanas, existen sociedades igualitarias donde no se da la división del grupo en dos por razones de género. Es precisamente la existencia de este puñado de culturas no patriarcales lo que nos muestra que la subordinación de la mujer al hombre no es natural ni tampoco constituye un imperativo (bio)lógico.

De este intento por dividir el mundo en dos esferas de realidad para rechazar la mitad incomprensible, oscura y cruel, es probable que derive el trauma occidental, y el dolor existencial de la modernidad. Nuestro mundo divide un proceso natural (construcción/destrucción, vida/muerte, pasado/futuro, orden/caos, masculino/femenino) en dos grupos opuestos entre sí, al contrario que la cultura y las religiones orientales, que siempre consideraron las dos caras de la moneda como un proceso integral, holístico. Oriente no lucha contra sí mismo y acepta la dualidad del mundo en un todo. Nosotros hemos perdido el todo, tenemos una enorme escisión entre razón y emociones bastante absurda (porque ahora hemos descubierto que las decisiones y los sentimientos se crean en la misma parte del cerebro y su proceso está indisolublemente unido), y nos sentimos mitades relacionándose torpemente entre sí. De alguna manera, la pérdida del sentido, el fin de las certidumbres, las contradicciones, generan aún más miedo y más necesidad de generar identidades fuertes contraponiéndolas a otras más débiles.

El patriarcado se funda en un miedo ancestral hacia lo desconocido, que ha querido ser apartado, rechazado, sometido. Es una especie de reflejo de la impotencia y el sentimiento de inferioridad masculino con respecto al poder femenino, de ahí todo el sadismo ejercido sobre la feminidad. Moore y Gillette (1993) creen que el patriarcado es la expresión de la masculinidad inmadura e insegura, porque la verdadera masculinidad no es prepotente. "Nosotros vemos el patriarcado como un ataque a la masculinidad plena, así como a la feminidad plena. Aquellos que se encuentran atrapados en las estructuras y en la dinámica del patriarcado buscan dominar no sólo a las mujeres sino también a los demás hombres. El patriarcado se basa en el temor, en el miedo que sienten los hombres ante las mujeres, el miedo del adolescente y el del varón inmaduro a las mujeres y a los hombres de verdad".
La parte luminosa de la cultura occidental no asimila lo otro o la muerte como parte de una misma realidad, de ahí quizás ese miedo profundo a lo que no quiere ser asimilado, a todo lo incognoscible o lo incomprensible. De ahí la traumática separación del varón adulto de su madre y del mundo de las mujeres; esta salida brusca del útero-paraíso le lleva a pasarse toda la vida definiéndose en contra de ellas, tratando de alejarse de la dimensión femenina de la vida para que su poder no lo devore. Anhela tanto como huye de la regresión al vientre materno, lugar donde estamos seguros y con las necesidades siempre satisfechas.

Si aplicamos esta teoría al mundo en guerra que habitamos, es fácil entender que la batalla de sexos tiene su correlato en la guerra que el hombre blanco mantiene contra otros "otros" (los otros musulmanes, los otros negros, los otros comunistas…) Otros hombres que hablan otras lenguas, adoran a otros dioses, tienen otras costumbres y otras leyes que no son las occidentales. Otros seres humanos a los que hay que convencer de que nuestro sistema político y económico es el racional, el normal, el más conveniente.

En ese acto de convencer se libran las luchas por el poder; no sólo en el ámbito político y social, sino también en el cultural. Por eso, aunque las leyes cambien a favor de la igualdad entre mujeres y hombres, el patriarcado, ese miedo ancestral a lo diferente, sigue habitando no solo en el interior de los dominadores, sino también de las dominadas, y es el campo en el que se libra la última batalla del feminismo occidental. La lucha consiste en crear relaciones igualitarias y mostrar modelos de mujer positivos, en incentivar la creación femenina, en desmasculinizar determinados mundos antaño reservados a los hombres (la ciencia, la literatura, el cine, la música, las artes plásticas).

Tenemos que trabajar codo con codo para crear nuevas representaciones simbólicas que dejen de mostrar a la mujer haciendo su vida en torno a un hombre y sosteniendo un rol pasivo o sumiso, como es el caso de la Virgen María. Sólo alejándonos de los estereotipos femeninos creados por el patriarcado y empoderando a las mujeres lograremos el fin de la dominación masculina dentro y fuera de nuestros cuerpos y mentes. No se trata de endiosar de nuevo a la mujer, sino de reconocer sin temor su poder. Y en ese reconocimiento, los hombres han de aprender a compartir el poder de manera igualitaria, otorgando a las mujeres su importancia dentro de la sociedad y del mundo sin miedo a verse empequeñecidos o acorralados por esa toma de poder femenino.

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Publicado en mujerpalabra.net en enero del 2011