Pensamiento - Sociedad, economía, filosofía y política
Madre ¿hay una sola?
Ruben Campero
Caperucita solo tiene dieciséis
primaveras sin flores papá le dice ven.
Caperucita eres joven y tienes que aprender
a ocuparte de la casa que serás una mujer.
Para que seas buena esposa y no envejezcas sola
en la cama y la cocina has de saber,
alegrar a tu marido y cuidar a cada hijo
que te atrapa tu destino,
que has de ser madre y esposa.
Y la pobre Caperucita llora
Extracto de la canción "Caperucita" de Ismael Serrano
"No te metas con mi madre", "siendo madre me siento realizada como mujer", "la puta que te parió", "mi madre me arruinó la vida", "la vieja es sagrada".
Todas estas expresiones, que solemos escuchar y decir, nos estarían hablando de imágenes omnipotentes, idealizadas y tabuizadas, como expresión de los significados que le hemos adjudicado a la función reproductiva de las mujeres biológicas y sus cuidados hacia la cría, conformando lo que llamamos "madre".
La creencia en la maternidad como un instinto (es decir como un destino inexorable para toda mujer biológica) es cuestionada por muchas teorías socio-antropológicas e históricas. [Véase por ejemplo el libro de Badinter, Elizabeth (1981): ¿Existe el amor maternal?, Paidós, Barcelona.]
Las mismas plantean que la maternidad, tal cual hoy la conocemos, no ha sido más que una construcción social de la Modernidad, con el fin de confinar a las mujeres al ámbito doméstico, someterlas a relaciones de subordinación (ocupadas con los cuidados de la prole, quedan excluidas de lo público y responden a una relación de dependencia hacia un "jefe" de familia) y designarles el papel de reproducción de la ideología dominante a través del contacto educativo íntimo con l*s niñ*s.
Es así que para garantizar el beneplácito de las mujeres a esta forma de sometimiento, se construyó y naturalizó toda una mística religiosa – sagrada en torno a la maternidad. Se les hizo creer que era un factor esencial de su identidad (en tanto conformar su feminidad y "darle" un/a hij* a su esposo) y se "les destinó" cuotas de poder circunscriptas al cuidado de niñ*s, viej*s, enferm*s y el hogar, garantizándoles la posesión de un capital afectivo en tanto valoradas por sus "amorosos" cuidados y labores.
Sobre esto último pensemos en los relatos sobre el "ser mujer" que aparecen por ejemplo en la publicidad. Ahí se muestra a mujeres "felices" y "liberadas" por el nuevo electrodoméstico, el nuevo producto de limpieza o la sonrisa de su esposo e hij*s ante la rica comida que preparó para ell*s. [Una muestra clara del entrenamiento para la función de esposa y madre que los medios realizaron, como aparatos ideológicos del Estado durante los años 60, fue la serial "Hechizada", que actualmente la podemos ver por canales de cable y hasta contamos con versiones retro tanto en formato serie como en largometraje. Recordemos también la famosa publicidad de un aceite en los 70, donde la protagonista cantaba: "mi marido me besa en la mesa, por las ensaladas, por las milanesas, porque uso aceite..."]
La invención de la madre moderna fue una exitosa táctica del sistema androcéntrico que cuajó rápidamente en la revolución industrial, al constituirse la casa familiar (hogar) en torno a la fábrica, y con ella el afianzamiento de los valores burgueses, heterosexuales y sexistas de la familia nuclear.
Con la salida masiva de mujeres al mercado laboral, las condiciones sociales y económicas de producción comenzaron a cambiar, poniendo en entredicho la exclusividad obligatoria de la familia nuclear heterosexual (funcional al antiguo régimen) y generando cuestionamientos sobre la supuesta "naturalidad" de los roles tradicionales de varón y mujer, entre ellos la maternidad.
Aún así, y a pesar de todos los cambios socio-económicos, los ideales maternos y de constitución de una familia (como principal función de realización para las mujeres biológicas), continúan presentes con espectacular vigencia.
La publicidad sigue apuntando a mujeres cuando se refiere al cuidado de niñ*s. Muchas continúan teniendo hij*s para ocupar un lugar medianamente valorado dentro de las relaciones de poder. Solo las niñas siguen recibiendo juegos y juguetes que apuntan a entrenar sus funciones domésticas y maternas (cocinitas, muñecas, etc.). Siguen siendo "mal miradas" aquellas mujeres biológicas que no desean tener hij*s. Muchas viven la doble jornada entre el trabajo remunerado y el trabajo doméstico, materno y conyugal no remunerado. Las profesiones e instituciones que se dedican a niñ*s y cuidados de personas siguen siendo superpobladas por mujeres, como extensión en el ámbito público de las tareas de maternaje.
Mamá: Modelo para armar
Podría entonces decirse que el éxito de la construcción de la maternidad moderna para el control de las mujeres, estuvo en el hecho de enclaustrarlas en una casa, mantenerlas ocupadas y distraídas (entre embarazos y atención de la prole) de las cuestiones públicas, hacerlas depender afectiva y económicamente de un varón en valor de posesión de este último (ser "la mujer de...") y convencerlas de que ese era el gran y único objetivo en sus vidas como mujeres.
Si bien los modelos de familias y prácticas tradicionales van cambiando, los ideales y valores simbólicos en relación a estos mandatos de género continúan intactos, aunque complejizados con las nuevas exigencias que enfrentan muchas mujeres.
Ahora bien, ¿cuáles serían aquellas piezas necesarias para armar una subjetividad de mujer que sea funcional al modelo de madre moderna?
En principio se necesita la creencia en una diferencia radical y opuesta entre los sexos, para que las funciones de cuidado de niñ*s y el hogar corresponda "naturalmente" solo a las mujeres.
Para ello es necesario un fuerte entrenamiento desde el nacimiento, sin olvidar inyectar el mandato de que una mujer solo se constituye en tal a través de la institución heterosexual y sexista que reproduce las relaciones asimétricas entre varones y mujeres.
Así se va constituyendo otra pieza de este modelo como es la docilidad y la dulzura. Ideales maternos propios del estereotipo femenino, conformando lo que la psicoanalista argentina Mabel Burin [Burin, Mabel y col. (1990): El malestar de las mujeres. La tranquilidad recetada. Paidós. Bs. As.] llama "la tranquilidad recetada". Recetar "tranquilidad" es un aspecto central para que una persona acepte la dominación y la reproduzca.
La abnegación y el altruismo son otras de las piezas necesarias para entrenar una subjetividad de mujer funcional a este modelo materno. Una madre nunca piensa en ella, piensa solo en el bienestar de l*s demás, se brinda por entero, "da la vida", olvidándose de sí misma.... ¿Será por esto que se registran altos índices de depresión y consumo de psicofármacos entre las mujeres?
Desde esta "madre abnegada" se configura la vivencia de un "ser para el otr* y por el otr*", y en base a eso la madre es "feliz" por los éxitos de su esposo y el de sus hij*s, pero no por los propios, ya que "su éxito" es la felicidad y estabilidad de su familia. Por esta razón, muchas madres viven el "síndrome de culpa crónico" cada vez que hacen algo que exclusivamente las beneficia a ellas, como por ejemplo salir a bailar con amig*s, o incluso trabajar fuera de la casa.
¿Y qué ganaría una mujer con tanta sumisión y abnegación? Si ella es la "ama de casa", la limitada parcela de poder que se le adjudicó en lo doméstico, la haría sentir que esos son sus dominios, y que su "reinado" pasaría por el amor que genera en l*s demás con sus cuidados. Ese es su "capital afectivo", un valor que muchas madres atesoran ya que las hace sentir dignas y les permite incidir y generar dependencia en la vida de aquell*s a quienes cuida.
Este aspecto muchas veces es fuente de conflictos cuando sus hij*s crecen y ya no la necesitan, por lo que dicho capital afectivo y la abnegación de tantos años dejan de tener sentido, haciendo que la mujer se enfrente a la crisis de tener que resignar un proyecto de vida que había sido construido principalmente en torno al ser madre según el modelo moderno.
Y la pieza central para el armado de este modelo pasaría por la sexualidad. Aludir a las prácticas sexuales o a los genitales de la madre es usado como forma de insulto. Al parecer nada en torno a lo erótico debe ser asociado con el ser madre. La madre es asexuada, las "otras" mujeres no. Por eso los esposos pueden tener con estas últimas "otras" prácticas sexuales, que no se permiten con "la madre" de sus hij*s.
Cuando alguien dice "soy esposa y madre, pero también mujer", ¿qué está queriendo decir?, ¿acaso una madre no es también una mujer?
La alusión al erotismo expresada en la palabra "mujer", estaría indicando que la madre moderna se ha construido en torno a la expulsión de sí de todo rastro de erotismo. El culto religioso más influyente en Occidente (El Cristianismo), a través de su principal deidad femenina, sintetiza los valores virginales y de abnegación con los cuales se ha inventado a la madre moderna.
En este sentido la disociación entre madre y puta ha constituido una forma más de control social sobre las mujeres, en tanto ha limitado a las madres en la expresión de su sexualidad (para usarlas en la reproducción de la ideología dominante) y ha estigmatizado a aquellas que disfrutan del erotismo (usándolas para el placer sexual).
Maternidades Diversas
Lo que habitualmente se llama en Psicoanálisis "función materna", se refiere a las funciones de cuidados primarios e íntimos que se ejercen sobre la descendencia. Pero en lo absoluto representa una función "natural" o exclusiva de las mujeres biológicas.
La función materna puede ser ejercida por cualquier persona más allá de su sexo, su género y su orientación sexual, así como también admite diferentes modalidades válidas a la hora de ser puesta en práctica.
Las llamadas "nuevas" familias son un claro ejemplo de la diversidad de personas (y modalidades) que pueden desempeñar dicha función materna, la cual (según muestran muchas investigaciones) si es ejercida con dedicación, responsabilidad y afecto, redundará en beneficio para la salud y calidad de vida del/la niñ*.
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Publicado en mujerpalabra.net en marzo 2011