Queridos chicos:
Ustedes saben, han
tenido que aprender cómo el poder gana, cómo
los hombres matan por poder.
Han tenido que aprender,
lo ven por televisión, la atrocidad de los bombardeos,
de las masacres, de la miseria, del horror que trae la guerra
a quienes la padecen.
Saben también
que otros chicos como ustedes verán morir de dolor
a sus padres, a sus hermanitos. Pero eso no importa al poder.
También saben
que millones y millones de hombres y mujeres han manifestado
por las calles del mundo su deseo de paz, su oposición
a esta guerra. Y eso tampoco parece haber importado al poder.
Entonces, ante la
gravedad de la situación en que vivimos, vengo a
testimoniarles que habremos de permanecer en la decisión
de no aceptar la guerra, de no resignarnos a ella.
Hay que mantener, queridos chicos, encendida en el alma
la llama de este dolor de humanidad, y ser fiel.
Si esta determinación
permanece, será inquebrantable. Podrán hacer
la guerra, pero han de saber que son asesinos, que así
los llamarán los chicos de todo el mundo.
El amargo presente
al que nos enfrentamos exige que nuestras palabras, nuestros
gestos, nuestra obra se consagre, como verdadero cumplimiento
de nuestra más alta vocación, a expresar la
angustia, el peligro, el horror, pero también la
esperanza y el coraje y la solidaridad de los hombres. En
medio de esta tremenda situación, cada hombre y cada
mujer, ustedes también, chicos, están llamados
a encarnar un compromiso ético, que los lleve a expresar
el desgarro de miles y miles de personas, cuyas vidas están
siendo reducidas a silencio a través de las armas,
la violencia y la exclusión. Se ha hecho evidente
que quienes detentan el poder toman decisiones ajenas al
sentir de la humanidad, guerras atroces que sostienen los
países poderosos contra pueblos desamparados, bajo
la siniestra ironía de resguardar a la humanidad.
Frente a estos hechos,
frente a la violencia y a la muerte de nuestros hermanos,
hemos de resistir para resguardar ese absoluto donde la
vida y los valores ya no se canjean, alcanzando así
la medida de la grandeza humana. En todos los idiomas paz
es una palabra suprema y sagrada, expresa el deseo de Dios
para los hombres. El deseo de un reino de paz y justicia;
la paz y la justicia que estamos acá para reclamar
y testimoniar. * Este texto fue escrito especialmente para
ser leído hoy por Sabato frente a 2000 chicos de
escuelas públicas de la Ciudad de Buenos Aires, que
se reunirán en el estadio Obras Sanitarias para pedir
por la paz. El acto fue organizado por la Secretaría
de Educación porteña. Habrá otro mensaje
del premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel
y participará también la cantante Julia Zenko.
|