Del
museo de
la menstruación de Nueva York (de Harry Finley)
encontramos este texto de Gloria Steinem, una feminista
estadounidense de hacia los años setenta. Traducción
de michelle. Actualización
7 febrero 2003: Tatiana, traductora
de Znet, nos aclara las dudas de la ERA y la Phyllis!
¡Gracias!
Texto
original en inglés
El
texto es difícil, por ejemplo, porque se hace referencia
a personajes y situaciones de aquellos años en
Estados Unidos. Lo
he marcado con tinta más clara. Si alguien sabe
aclarar su significado...
Una minoría
blanca del mundo se ha pasado los siglos intentando hacernos
creer que la piel blanca hace a la gente superior, a pesar
de que lo único que hace en realidad es que la
mayoría de quienes la tienen note más el
efecto de los rayos ultravioletas y de las arrugas. Los
seres humanos hombres han construido incluso culturas
enteras en torno a la idea de que la envidia del pene
le es "natural" a las mujeres, a pesar de que
podría decirse que tener un órgano tan mal
protegido hace vulnerables a los hombres, y que la envidia
al vientre, por el hecho de que éste permite engendrar
vida, tendría que ser, como poco, igualmente lógica.
Resumiendo, se piensa que las características de
quienes tienen el poder, sean cuales fueren, son mejores
que las características de quienes no tienen el
poder; y esto no tiene nada que ver con la lógica.
¿Qué ocurriría, por ejemplo, si de
pronto, por arte de magia, los hombres pudieran tener
la menstruación y las mujeres no?
La respuesta está clara: la menstruación
sería un acontecimiento de hombres totalmente envidiable
y del que se podría presumir:
Los hombres hablarían del tiempo de duración
y de la cantidad de su periodo.
Los muchachos celebrarían el inicio del periodo
-ansiada prueba de su masculinidad- con rituales religiosos
y fiestas sólo para hombres.
El Congreso subvencionaría el Instituto Nacional
de la Dismenorrea para combatir las molestias del mes.
Compresas y tampones recibirían subvenciones federales
por lo que serían gratuitas. (Lo que no implicaría,
sin duda, que algunos hombres prefirieran pagar por marcas
comerciales de prestigio, como los tampones John Wayne,
las compresas a prueba de combas
Muhammad Alí, los suspensorios
menstruales Joe Namath, "Para tus días de
soltero", y las compresas con alas de Robert
"Baretta".)
Los militares, los políticos de derechas, y los
fundamentalistas de la religión citarían
la menstruación ("men", en inglés,
significa "hombres", + "struación")
como prueba de que sólo los hombres pueden servir
en el ejército ("debes poder dar tu sangre
para tomar la sangre de otros"), ostentar cargos
políticos ("¿tienen las mujeres la
capacidad de ser agresivas cuando no tienen este ciclo
constante que viene regido por el planeta Marte?"),
ser sacerdotes o ministros ("¿cómo
podría una mujer dar su sangre por nuestros pecados?")
o rabinos ("sin la pérdida mensual de lo impuro,
las mujeres no están limpias").
Los hombres radicales, los políticos de izquierda,
los místicos, por su lado, insistirían en
que las mujeres son iguales sólo que diferentes,
y en que cualquier mujer podría unirse a ellos
siempre y cuando estuviera dispuesta a autoinfligirse
una herida importante al mes ("DEBES dar tu sangre
por la revolución"), a reconocer la importancia
prioritaria de los temas menstruales, o
a subordinar su yo a todos los hombres en su Círculo
de Ilustración. El hombre de a pie presumiría
siempre ("Yo tengo que ponerme TRES compresas")
o al contestar un elogio de un compañero ("Qué
bien te veo, chico") chocaría las cinco y
diría: "Claro, tío, ¡estoy con
el trapito!". Los programas de la televisión
tratarían el tema continuamente. ("Happy
Days": Richie y Potsie intentan convencer a Fonzie
de que sigue siendo "El Fonz" aunque lleve dos
meses seguidos sin el periodo.) También
los periódicos. (MIEDO A TIBURONES AMENAZA A HOMBRES
CON PERIODO. JUEZ ADMITE ESTRÉS MENSUAL COMO ATENUANTE
EN VIOLACIÓN.) Y el cine. (Newman y Redford en
¡"Hermanos de sangre"!)
Los hombres convencerían a las mujeres de que hacer
el amor es más placentero "justamente en estos
díitas". Se diría: las lesbianas temen
la sangre y por tanto la vida misma, aunque eso será
porque nunca se han topado con un verdadero hombre menstruante.
Los intelectuales, sin duda, ofrecerían los argumentos
más morales y lógicos. ¿Cómo
va una mujer a dominar las disciplinas que requieren un
sentido del tiempo, del espacio, de las matemáticas
o la medida, por ejemplo, si no dispone de ese don innato
para la medición de los ciclos de la luna y los
planetas, y por ende, para la medición de cualquier
cosa?
En los enrarecidos campos de la filosofía y la
religión, ¿podrían las mujeres hacer
algo para compensar el no poder percibir el ritmo del
universo, o su falta de contacto mensual con la muerte
y la resurección simbólicas?
Los liberales de todos los campos intentarían ser
amables: el hecho de que "estas personas" no
tengan el don de la medición de la vida, o de la
conexión con el universo -explicarían- es
suficiente en sí mismo como castigo.
¿Y cómo se entrenaría a reaccionar
a las mujeres? Las mujeres tradicionales -se puede imaginar-
estarían todas de acuerdo con todos los argumentos,
aceptándolos con tenaz y sonriente masoquismo.
("La ERA [Ley de Igualdad de
Derechos, 1923, que no fue implantada al final] obligará
a las amas de casa a hacerse una herida cada mes":
Phyllis Schlafly [una especie de Nancy Reagan]. "La
sangre de tu marido es tan sagrada como la de Jesús;
¡y además, muy sexy!": Marabel Morgan.)
Las reformistas y las Queen Bees
intentarían imitar a los hombres, pretendiendo
tener el ciclo mensual. Todas las feministas explicarían
una y otra vez que los hombres también necesitan
ser liberados de la falsa idea de la agresividad marciana,
al igual que las mujeres necesitan escapar al esclavismo
de la envidia a la menstruación. Las feministas
radicales añadirían que la opresión
de lo no-menstrual es el patrón por el que se rigen
todos los tipos de opresión ("La población
vampira fue la primera que luchó por la libertad!")
Las feministas culturales desarrollarían una imaginería
sin sangre para el arte y la literatura. Las feministas
socialistas insistirían en que es el capitalismo
el que permite que los hombres monopolicen la sangre menstrual...
De hecho, si los hombres tuvieran el periodo, las justificaciones
del poder podrían ser interminables...
Bueno, pero eso sólo si les dejáramos.