El peligroso
secretismo de la OMC (Análisis del Acuerdo General
de Comercio de Servicios que pretende privatizar los servicios
públicos en todo el mundo)
por Xavier Caño Tamayo (escritor
y periodista), fuente: Agencia de Información Solidaria
La OMC negocia desde hace dos años el Acuerdo General
de Comercio de Servicios 2000 (AGCS), cuyo objetivo es la
privatización de la mayoría de los servicios
públicos: educación, sanidad, seguridad
social, transporte, protección del medio ambiente...
El AGCS responde a uno de los más queridos dogmas neoliberales:
El Estado funciona mal, pero el mercado siempre funciona bien.
Sin embargo, la razón auténtica
de la negociación del AGCS es que el mercado de servicios
es un negocio de un volumen inmenso: 50% de la economía
mundial.
Análisis
del Acuerdo General de Comercio de Servicios que pretende
privatizar los servicios públicos en todo el mundo
El peligroso secretismo
de la OMC
La Organización
Mundial del Comercio (OMC) nació en 1995 como continuación
del GATT, la ronda de conversaciones que se propuso eliminar
las barreras arancelarias en el comercio internacional.
Pero la OMC ha pasado de reducir obstáculos arancelarios
a promover normas de obligado cumplimiento para eliminar
lo que de forma eufemística denominan barreras
no tarifarias del comercio. En lenguaje claro y diáfano:
suprimir las leyes y normas sociales, de protección
medioambiental, de seguridad de los alimentos, de protección
del consumidor, de salud pública y casi todas las
garantías laborales. Libertad de comercio.
Esa forma de entender
la 'libertad' impulsó a finales del siglo XIX a Gran
Bretaña y Francia a atacar puertos chinos con buques
de guerra y tropas de desembarco porque el Gobierno de China
Imperial pretendía impedir que vendieran opio a sus
súbditos porque ese estupefaciente se había
convertido en un problema de salud nacional.
En nombre de esa
libertad de comercio, en los arcanos de la OMC se negocia
desde hace un par de años el Acuerdo General de Comercio
de Servicios 2000 (AGCS), cuyo objetivo es la privatización
de todos los servicios públicos en todo el mundo,
salvo policía, ejército, justicia y Banco
Central. Servicios como educación, sanidad, seguridad
social, gestión de residuos, protección del
medio ambiente... En aplicación del AGCS, algunos
servicios públicos ya han sido privatizados total
o parcialmente en muchos países como el suministro
de agua potable, las telecomunicaciones y buena parte del
transporte público. El AGCS, además, obliga
a los Gobiernos a suprimir o modificar leyes y normas que
regulen y financien los servicios esenciales y también
a recortar presupuestos gubernamentales para obras públicas
y programas sociales.
Los documentos de
la OMC, al referirse al AGCS, evitan cuidadosamente definir
qué es servicio público porque la indefinición
es la clave de todas las arbitrariedades y puerta abierta
para permitir el saqueo.
Que la OMC no tiene
buenas intenciones lo muestra que las negociaciones se desarrollan
en el más absoluto de los secretos, a espaldas de
los ciudadanos y de los parlamentos, pero curiosamente no
de las multinacionales y corporaciones. Ni comunicados ni
ruedas de prensa. Pascal Lamy, comisario de la Unión
Europea, justifica esa clandestinidad en aras de la
limpieza del proceso. Es mentira. En democracia, la
mayor limpieza la garantizan transparencia, luz y taquígrafos.
La razón auténtica
de la negociación del AGCS es que el mercado de servicios
es un negocio de un volumen inmenso: 50% de la economía
mundial. La sanidad mueve 5,3 billones de dólares
anuales; la educación, 2 billones y el agua, 1 billón.
¿Cómo van a dejar escapar esa bicoca los amos
de la Tierra?
El AGCS continúa
hacia adelante, a pesar de que las privatizaciones de servicios
públicos realizadas hasta la fecha han aportado un
empeoramiento de la calidad de servicio, el aumento de precios,
las agresiones contra el medio ambiente y los despidos masivos
para asegurar mayores beneficios. El caso más reciente
de pérdida de calidad de servicio ha sido el de los
ferrocarriles británicos que el Gobierno del neoliberal
camuflado de laborista Toni Blair se ha visto obligado a
retornar al Estado después de pérdidas económicas,
numerosos accidentes y muchas muertes en accidentes. El
aumento de precios ha despojado a millones de ciudadanos
de derechos sociales que los servicios públicos aseguran,
contribuyendo a aumentar la desigualdad. Pero parece dar
igual, porque siempre les queda la limosna y la beneficencia.
El AGCS responde
a uno de los más queridos dogmas neoliberales: El
Estado funciona mal, pero el mercado siempre funciona bien.
Ese dogma es el motor de la conducta chantajista del Fondo
Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM) que
han condicionado ayudas financieras a países del
Sur a la privatización de servicios públicos,
puestos al alcance de la voracidad de corporaciones transnacionales.
El auténtico espíritu del AGCS lo ha manifestado
un director-ejecutivo de Columbia/HCA, la mayor corporación
hospitalaria privada del mundo, que ha proclamado que la
salud es un negocio como la construcción de aviones
y ha jurado que hará desaparecer todos los hospitales
públicos de EEUU. En esa misma línea altruista,
las macroempresas de distribución de agua, Vivendi
y Suez Lyonnaise des Eaux, han obligado a gobiernos de países
pobres o en desarrollo a privatizar sus servicios de agua
con la inestimable ayuda del BM.
El espíritu
que anima a la OMC y al AGCS engendrado por ella es la ética
del gangster, bien sea de Chicago de los años veinte
y treinta, de la Cosa Nostra de Nueva York en los cuarenta
o cincuenta, o mafiosos de Rusia en los noventa. Negocio,
beneficio, pasando por encima de todo. Sin normas, sin reglas.
Joseph Stiglitz, que no es precisamente un activista antiglobalización,
pero sí premio Nobel de Economía, ha denunciado
que tenemos un Gobierno Global en el que un puñado
de instituciones (BM, FMI, OMC) y unos pocos ministros económicos,
vinculados a intereses financieros y comerciales, controlan
el escenario, pero los afectados por sus decisiones no tienen
voz. Habrá que decir, entonces, como los filósofos
escolásticos: Niego la mayor. Es decir, la OMC, que
no está sujeta a ningún tipo de control ciudadano
o parlamentario, no tiene legitimidad alguna para actuar
como el gobierno económico del mundo. Y menos para
agredir o suprimir los derechos sociales de los ciudadanos.
! El comercio no es el principal valor de la humanidad.
Hay que frenar el
AGCS y, como ha escrito Susan George, hay que poner a la
OMC en su sitio. Los servicios públicos son un derecho,
no un negocio. Los servicios públicos no han de estar
sometidos a las leyes de mercado (si es que existen) sino
a disposición de los ciudadanos en igualdad social
y universalidad.
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