De
la página web de Sentimientos
Kontra el Poder (SKP). Así se presentan: una
"distrieditora de letras y músicas, anticapitalista
y libertaria, antagonista en la medida de nuestras posibilidades".
Acaban
de publicar el trabajo de Utopía Contagiosa: Manual
de Acción Directa Noviolenta (2003).
This is a chord. This is another.
This is a third. Now form a band
[Esto es un acorde. Esto otro. Esto el tercero. Ahora
forma un grupo]
Mark Perry, Sniffin' Glue nº 7, febrero 1977
El punk es (todavía) el sonido de la gente descubriendo
su propio poder
John Savage
Todo explotó
el 1 de diciembre de 1976: Queen
no pudieron acudir al programa de televisión de Bill
Grundy en la BBC, Today, y en su lugar se invitó
a un nuevo grupo con un provocativo nombre: Sex
Pistols. En riguroso directo, a media tarde, todo
el Reino Unido pudo contemplar a cuatro jóvenes con
aspecto de vagabundos o aún peor, pelos teñidos,
ropas rotas, imperdibles en las orejas, que insultaron al
presentador e inmediatamente acometieron una canción
titulada "Anarchy in the UK". Una guitarra ruidosa
sobre un ritmo simple y brutal secundaba a un cantante llamado
Johnny Rotten (Johnny El Podrido), que se desgañitaba
con voz disonante, proclamándose un anarquista y
un anticristo, aullando que lo que deseaba era destruir.
La reacción pública no se hizo esperar: intentos
de censura, ruptura del contrato discográfico que
los Sex Pistols tenían con EMI... El punk había
aparecido de repente en la forma de todo aquello que las
mentes bienpensantes de Inglaterra querían obviar,
y había aparecido en el pleno centro de sus vidas,
como una pequeña grieta por la que se podía
vislumbrar el caos, la crisis, el colapso social. El punk
era el anti-arte: "una explotación comercial
del sexo y la depravación", "el rock de
la cola del paro", "la negación de la cultura"...
Mientras la prensa, los medios, las instituciones contemplaban
a los punks como una amenaza, como una venganza de aquellos
jóvenes insolentes que habían sido expulsados
de las aulas o del trabajo, la prensa musical independiente
lo saludaba como un revulsivo necesario en un momento en
el que el rock había perdido toda la energía
y la excitación, confundido entre devaneos sinfónicos
y pretensiones de mayoría de edad. Veinte años
después, Rock de Lux,
una de las pocas revistas musicales que sobrevive en España,
calificaba a "Never Mind the Bollocks" (1977),
el único disco que los Sex Pistols llegaron a publicar
en una carrera que, en su afán de autodestrucción,
sólo pudo prolongarse por dos años, como "el
disco de rock'n'roll definitivo por el grupo de rock'n'roll
definitivo [...] Con este álbum, Sex Pistols resucitaron
un cadáver llamado rock y lo volvieron a ajusticiar
sin miramientos en un acto de autoinmolación sin
pre(ni post)cedentes. Después de esto, cualquier
intento de hacer ruido con una guitarra no puede tener otro
nombre que revival".
El punk, quizá
el fenómeno musical más importante del último
medio siglo después de los Beatles,
ha sufrido por parte de la sociología el mismo destierro
al que ha sido condenada la totalidad de la música
rock. A pesar de que en los últimos años el
auge de los estudios culturales y la teoría posmoderna
en Estados Unidos ha producido un cierto giro de atención
hacia la música moderna, la teoría social
ha contemplado siempre el rock a la manera de un fenómeno
periférico que no debe ser definido ni analizado
en tanto arte. Adorno y otros críticos culturales
desde los años 40 han atendido al rock únicamente
como una manifestación del capitalismo, baja cultura
para las masas que debe ser comprendida en términos
de control social e ideología, una "degradación
del arte" que lo convierte en mercancía lista
para ser consumida. Otros puntos de vista sociológicos
han querido ver el rock como una expresión de la
subcultura juvenil, en la cual quedarían reflejadas
las aspiraciones y frustraciones de una juventud creada
como edad referencial únicamente con la extensión
de la educación producida en este siglo; el rock
es contemplado así como la música "folk"
de un nuevo grupo social, definido por su edad e identificado
por rasgos peculiares, ya sea el consumo, la nueva cultura
del trabajo o las ansias de rebeldía. Por su parte,
el campo artístico, desde los mismos músicos
a los críticos profesionales, ha abordado la producción
del rock como una labor artística en términos
de expresión individual, enfrentándolo a la
industria prefabricada de canciones ligeras para las radiofórmulas.
Los músicos son vistos, desde que los Beatles generalizaran
el hecho de escribir sus propias canciones, como auteurs,
artistas que crean música más allá
de las determinaciones del negocio; el cometido de los críticos
y de los oyentes es desentrañar de entre toda la
música aquellos productos que realmente son arte.
El rock se define entonces en términos de autenticidad,
de comunicación de significados privados elaborados
en forma de canción.
Los dos puntos de
vista llaman la atención sobre problemas reales,
e ilustran las contradicciones y luchas que se producen
en el interior del ámbito artístico: por un
lado, la componente productiva del rock, edificado como
una industria masiva basada en el ocio y omnipresente en
la experiencia contemporánea, desde los anuncios
de televisión a los hilos musicales de los aeropuertos.
Por otro lado, la vinculación de la música
moderna a la juventud, que la ha adoptado como forma artística
principal, como medio privilegiado de expresión y
de recepción, entendiéndola como un arte puro,
realizado en el interior de un complejo entramado de intereses
comerciales, pero sobrepasándolos y llegando a comunicar
significados mucho más complejos. El problema de
ambas aproximaciones (la sociológica, la musical)
es que tienden a pasar por alto uno de los términos
de la ecuación. El enfoque sociológico, en
consonancia con las teorías materialistas en la sociología
del arte, obvia las características peculiares de
la forma musical adoptada: se centra en el fenómeno
de la producción social, ya sea ésta industrial
o de subcultura juvenil, y separa sus conclusiones respecto
de la música en sí. Deja entonces sin explicar
lo específico del rock, generando perspectivas globales
y abstractas que desatienden la manera cómo los individuos
comprenden y usan la música en cuanto tal. La perspectiva
musical, por su parte, entiende la música de manera
idealista, como una sucesión de formas sin más
vinculación con lo social que una cierta recepción
de temas. La pretensión de comprender y defender
el rock como arte le lleva a negar los condicionamientos
sociales e industriales, colocando a los artistas más
allá de los medios de producción que son usados.
El punk hizo estallar
las simplificaciones de ambas posturas. Lo que en un principio
parecía un fenómeno obvio, explicable desde
la situación de crisis social y económica
que se vivía en el Reino Unido, se complejizó
cuando los jóvenes rabiosos con apariencia de proletarios
resultaron ser alumnos de escuelas de arte y la aparente
simplicidad de las primeras propuestas punk desembocó
en un abigarrado discurso, tanto musical como ideológico:
"La esvástica asomando bajo las camisetas de
Karl Marx; el cuerpo descolorido de un punk perforado por
imperdibles, envuelto en PVC y atrapado en el collar de
un perro; esos ojos vidriosos, bloqueados por la anfetamina,
observando tras las púas de un pelo teñido
de colores chillones: esos eran los inquietantes signos
que momentáneamente capturaban la fascinación
atemorizada de un mundo exterior. Pero eran signos que se
negaban a hablar en un lenguaje reconocible [...] El punk
sólo podía ser definido negativamente, como
una ausencia, un vacío perverso; su semántica
interna permanecía desconocida". El punk aterrorizaba
porque recuperaba signos cotidianos y los volvía
explícitamente políticos. Si su propuesta
musical era directamente hostil, basada en voces rabiosas
en el límite del grito, guitarras distorsionadas,
canciones cortas y simples deliberadamente mal tocadas,
nada de esto podía ser separado de un envite ideológico,
que ponía el énfasis en el individuo urbano,
alienado por un futuro programado de oficinas mal ventiladas,
suburbios residenciales prefabricados, paro y televisión
basura. La política punk hablaba desde la vida cotidiana,
empobrecida en una sociedad construida en torno al trabajo
asalariado, y la seducía con proposiciones de libertad
y refundación. El principal eslógan punk era
"Do It Yourself" (Hazlo tú misma/o), secundado
por un más dudoso "No Profit" (Sin beneficios):
el punk se dirigía al individuo en cuanto tal y le
exhortaba a tomar el control de su propia vida. El arte,
la música se percibían como la utopía
de una vida liberada: se trataba por ello de acabar con
las separaciones forzosas entre ocio y trabajo, arte y vida,
espectáculo y espectadores. El arte debía
ser realizado en la vida, destruido como arte, según
proclamaban las vanguardias de principios de siglo (dadaísmo,
surrealismo), y no podía quedar constreñido
en las rejas mercantiles de una industria musical basada
en el dinero. Los punks no se definían como artistas,
ya que la palabra evocaba rasgos de superioridad, alejamiento,
pretenciosidad. Así, el punk provocó una avalancha
de fanzines fotocopiados, grupos amateur, discográficas
independientes que "desmitificaban el proceso de producción
en sí mismo: su mensaje era que cualquiera podía
hacerlo". La máxima era buscar la independencia
respecto de los perversos mecanismos de la industria, respecto
del buen gusto, respecto de las opiniones ajenas: lo que
quería comunicar el "No Future" de los
Sex Pistols era que el futuro no existe, que sólo
existe el aquí y el ahora, y que es por tanto aquí
y ahora donde la imaginación debe ser realizada.
El discurso musical
del punk no podía ser separado de todo esto: si bien
seguía las convenciones tradicionales del rock'n'roll,
éstas eran llevadas al extremo. La experimentación
punk consistía en recuperar el verdadero espíritu
rock sin depurarlo. La energía era buscada a través
de una interpretación directa, sin virtuosismos,
apoyada por una actuación vocal en estado bruto.
Según Simon Frith, la
voz adquiere en el punk un papel central en sí misma,
más allá de las letras: cantantes como Johnny
Rotten o Joe Strummer (The Clash)
desarrollaron una voz "explícitamente de clase
obrera, usando acentos proletarios, apoyándose en
los cánticos de los hinchas de fútbol".
Las canciones punk pretendían acceder directamente
al oyente, en una comunicación abierta de sus emociones.
Sin embargo, la inmediatez del primer punk se deslizó
rápidamente a lo que Frith
o Chambers llaman la "vanguardia
punk", que se enredó en una búsqueda
de formas musicales mucho más complejas, integrando
elementos de música electrónica, reggae o
funk, investigando con el ruido y pretendiendo un alejamiento
respecto de la emoción directa, la elaboración
de discursos pretendidamente "artificiales" que
desviaran la atención hacia los modos de significación
en cómo la música es construida. Pero aquí
el punk ya se había convertido en un nuevo tipo de
discurso, alejándose de la notoriedad pública
e inaugurando nuevos modos de percepción y producción
de lo musical que llegan hasta el día de hoy.
El punk marca así
un punto de inflexión en la historia de la música
popular. Retomando los elementos clásicos del rock,
el punk abrió a discusión pública las
contradicciones inherentes al campo musical: la vinculación
con la industria, la definición de arte, la relación
entre emisor y receptor, el contenido político/utópico
del rock, ... En Inglaterra, el punk se convirtió
en "un símbolo de crisis. Con las costuras aparentemente
descosiéndose, surgía el peligro de la anarquía
o algo peor". El punk mostraba las grietas de una sociedad
a punto de entrar en el largo período de Margaret
Thatcher, las rendijas de la crisis económica,
todo lo que pretendía estar cerrado y de repente
se descubría que no era así, que era confuso,
inacabado, abierto.
La negatividad del
punk ha dificultado su comprensión. Además
de aportaciones parciales dentro de una teoría del
rock como las de Frith y Chambers, Greil
Marcus ha destacado su vinculación con el
situacionismo del mayo francés y otros autores, como
Fredric Jameson, lo han incluido
dentro de las manifestaciones de la posmodernidad. Pero
falta por realizar un estudio global sobre la significación
social y artística del punk, el modo en cómo
se conjugan el contenido político y la forma musical,
las repercusiones de los nuevos tipos de producción
discográfica, ... Y es casi imperativo reflexionar
en profundidad sobre el significado del último movimiento
artístico explícitamente político a
la hora de plantearse la búsqueda de nuevas sintaxis,
de nuevos lenguajes que no renuncien a la acción
sobre la realidad social.
Faltan
las 14 notas que había indicadas, puesto que en el
original no viene sus textos correspondientes.
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