Conoce a... - June Jordan
Dónde está el amor, de June Jordan (Traducciones Libres)
Comentario presentación del blog Black Feminist Mind con artículo original en inglés: "En 1978 June Jordan (…) definió el feminismo negro como un acto de amor (…) [S]igue siendo un texto vital sobre la naturaleza del feminismo negro. (…) Más de 30 años después, seguimos trabajando en lo que significa crear comunidad y transformación a través de una comprensión radical de lo que es el amor".
Foto: Gwen Phillips
Comentario de Mujer Palabra (Traducciones Libres): traducimos y difundimos este texto porque no lo encontramos en español y porque nos parece relevante para la acción política transformadora que rechaza la acción política patriarcal por su desprecio a la racionalidad empática, clave para la construcción de la justicia y la convivencia, y su obsesión por todas las formas de violencia. La idea de que el amor (toda forma y grado) es clave para la construcción de sociedades libres, solidarias y justas, habrá surgido a menudo en la historia, pero la cultura patriarcal ha impedido que tengamos conocimiento y memoria de ello, como de las valiosas vidas de personas que demostraron que la realidad patriarcal es una imposición indeseable y no un hecho inevitable y natural.
Particularidades de la traducción: hay texto en gris y barras verticales | que se siguen de una palabra alternativa que podría ser ajuste a la evolución del pensamiento y los términos en la lucha social (uso del lenguaje inclusivo en su sentido más amplio; p.e., alternativas a Tercer Mundo, autodeterminación, destino, sagrado, pueblo, poder; como se verá, incluso un nuevo término, para nombrar un concepto de rabia diferente a la violencia patriarcal, por constructiva y noviolenta: furiosidad feminista). Las barras inclinadas son de June Jordan. Los subrayados son nuestros para facilitar la lectura en pantalla. La versión imprimible no los tiene.
"Dónde está el amor" (1978), texto de June Jordan para el seminario "Feminism & the Black Woman Writer" [Feminismo y escritoras negras], incluido en el libro Civil Wars. Observations from the Front Lines of America (Touchstone, 1995) [Guerras civiles. Observaciones desde primera línea de guerra en Estados Unidos]. Versión imprimible (6 págs.)
El Congreso Nacional de Escritores Negros de 1978 celebrado en la universidad de Howard culminó con una mesa redonda pública, extremadamente intensa, titulada "Escritoras negras y feminismo", un acontecimiento histórico sin precedentes, que con un título así concedía que ¡pudiera haber algo que discutir sobre este tema! Acklyn Lynch, Sonia Sanchez , Barbara Smith y yo fuimos las ponentes elegidas para presentar nuestros análisis a un público que abarrotó la sala. Además, me habían pedido que moderara la sesión, por lo que inicié la actividad con la ponencia "¿Dónde está el amor?", que posteriormente publicó la revista Essence.
Por llamadas telefónicas y otras conversaciones sabía que, desde que se empezó a considerar la inclusión de este tema en el programa, la gente se había dividido en dos bandos, que se preparaban para la guerra. La tensión, de hecho, era tal, que cuando entré en la sala me topé con varias feministas negras y después con varios hombres negros quienes, supongo, sólo por estar a salvo, habían decidido no hablar con nadie que no fuera del círculo de apoyo que habían traído.
Iban a saltar chispas. Claramente, se estaba traduciendo feminismo por lesbianismo, por algo intercambiable con lesbianismo; y desde hace mucho tiempo, el tabú que pesa sobre el feminismo en la comunidad intelectual negra sólo es superado en su severidad ortodoxa por el de que soporta la cuestión lésbica. Digo en la comunidad negra de intelectuales porque, salvo por el uso de términos como "feminista" y "lesbiana", el fenómeno de mujeres negras que dirigen sus propias vidas y el de mujeres negras que aman a otras mujeres no han sido raros, menos aún inconcebibles, para quienes no están en la lucha teórica sobre qué se puede hacer y qué no en la experiencia de vida de las personas negras.
Esta confusión me parecía incendiaria e intolerable: una vez más, perderíamos a la escritora negra porque el tema de su vida sexual acapararía toda la atención del público y nunca podríamos centrarnos en el valor intelectual y estético de su trabajo. Comparando, por ejemplo, con la crítica literaria e intelectual que reciben James Baldwin y Richard Wright, las actividades de alcoba de éstos reciben poquísima atención. En cualquier caso, no creo que el feminismo sea cuestión, ni en primer ni en último término, de sexualidad.
La sesión iba a ser una pelea. Esta vez no iba a ser fácil prepararlo. Por mi niñez en Brooklyn sabía que te ganas el respeto de tus iguales cuando demuestras que eres capaz de hacer daño a alguien; pero no tenía tan claro cómo conseguir ese respeto cuando lo que sientes y pretendes es amor.
Deseaba ver si era posible expresar cosas que la gente cree que no quiere oír sin tener que "poner en su sitio" a nadie y sin parecer la persona ridícula que tiende una mano. ¿Había alguna manera de decir, de insistir en cada orientación individual, por incómoda que fuera, dejando intacta la unión entre hombres y mujeres negras como comunidad? Sentía que tenía que haber una forma de hacerlo: si la persona sola no puede existir, entonces ¿qué identidad tiene su comunidad?
Lo que yo esperaba y pretendía era que todas las personas negras allí reunidas, ponentes y público, juntas, halláramos la forma de dialogar, incluso no queriendo hacerlo. Y fue precisamente lo que ocurrió, en Howard: lo conseguimos. Nadie abandonó la sala, nadie decidió no pronunciarse. La sesión terminó porque se nos acabó el tiempo.
Cuando pienso en alguien o en algo (en historia o en literatura, en mi padre, en organizaciones políticas, en un poema, una película), al intentar evaluar el potencial, las posibilidades/la capacidad de compromiso de ese alguien o algo, la cuestión decisiva es, siempre, ¿dónde está el amor? Lo que emana del odio, de costumbres, actitudes y dogmas negativos, no contienen la promesa de algo bueno, algo que yo eligiera defender y pudiera amar con todo mi ser. Estemos considerando el espíritu | la esencia de Fannie Lou Hamer o la de Agostinho Neto [fue presidente de Angola], es siempre el amor lo que dirigirá la acción a lugares nuevos y positivos, lo que impulsará tus propias noches y días más allá de la desmoralización y te alejará del suicidio.
Soy feminista, y lo que eso significa para mí es bastante parecido al hecho de que soy negra: significa que debo abordar la tarea de conseguir amarme y respetarme a mí misma como si mi propia vida dependiera de que yo me quiera y me respete. Significa que tendré que asumir la lucha continuada por averiguar cómo limpiarme del odio y del desprecio que rodea e impregna mi identidad como mujer y como persona negra en este mundo concreto que tenemos. Significa que el logro de poder quererme y respetarme a mí misma requerirá una vigilancia fuera de lo común, permanente, y que estoy embarcando mi esencia en una lucha que con toda probabilidad transformará la experiencia de todos los pueblos de la tierra, como, de hecho, ningún otro movimiento puede aspirar a decir que ha hecho: porque el movimiento hacia amarse y respetarse y autodeterminarse | construirse la identidad galvaniza hoy a lo que sí es la incuestionable mayoría de personas de todas partes. Dicho movimiento exige explícitamente que se compruebe la viabilidad de una idea moral: que la salud, la legitimidad de cualquier estado de las cosas o fuerza que gobierne se mida considerando las experiencias de quienes por comparación no tienen poder. No es posible encontrar ninguna virtud en la conducta de los fuertes ante los poderosos; hay que buscarla más bien en nuestro comportamiento y políticas con quienes son personas diferentes, más débiles, más pequeñas. ¿Cómo tratan los fuertes, los poderosos a las niñas y los niños? ¿Cómo tratamos a las personas ancianas que nos rodean? ¿Cómo tratan los fuertes y poderosos a las llamadas minorías del cuerpo político? ¿Qué concepto tienen los poderosos de las mujeres? ¿Cómo nos tratan?
Siguiendo este criterio, es fácil comprender que la realidad desbordante del poder, el gobierno y la tradición es malvada, está enferma, es ilegítima, y no merece nada de las poblaciones: ni lealtad, ni que nos adaptemos a ella, ni que tengamos paciencia, ni que lo comprendamos. Requiere, más bien, algo diferente: que con la mente clara resolvamos cambiar totalmente esta situación y así, que cambiemos nuestro propio destino | nuestra propia vida.
Como mujer negra, como feminista negra, soy parte del grupo de quienes no tienen poder y del de los pueblos mayoritarios del mundo de dos formas: no tengo poder si se me compara con cualquier hombre porque los hombres / los poderosos impiden que las mujeres, por el hecho de serlo, accedan al poder; no tengo poder si se me compara con cualquier persona blanca porque las personas blancas / los poderosos impiden que las personas negras y del Tercer Mundo | Mundo Superexplotado accedan al poder. Yo soy parte de la mayoría porque las mujeres constituyen el género mayoritario. Soy parte de la mayoría porque las personas negras y del Tercer Mundo constituyen la mayor parte de la vida en el planeta.
Y es aquí, en esta coincidencia extrema, inviolable de mi estatus como feminista negra, de mi estatus como persona doblemente estigmatizada, como mujer negra que pertenece a dos mayorías despreciadas en toda la vida humana que existe, es aquí, en este límite, que estoy luchando contra el suicidio. Y es aquí, en este límite, que me pregunto, de mí misma y de cualquier persona que pudiera llamarme hermana, ¿dónde está el amor?
El amor que nace de mi búsqueda/lucha por quererme y respetarme y por mi autodeterminación | construcción de identidad tiene que ser, como yo lo veo, algo que se pueda verificar en cómo me presento a otras personas y en cómo trato a quienes son diferentes a mí. ¿Cómo llegar a quienes me desearía llamar mis hermanas y mis hermanos, hijas e hijos, amantes, amistades? Si soy una persona feminista negra que trabaja sin trampa por quererse, entonces me parece que el carácter legítimo, moralmente defendible de ese amor tendría que hacer posible que yo fuera aprendiendo de manera continuada la fortaleza socio-psíquica necesaria como para, sin temor, ser capaz de y estar a dispuesta a amar y respetar a mujeres, por ejemplo, que no son como yo: mujeres que no son feministas, mujeres sin carrera profesional, mujeres de edades distintas a la mía, mujeres que no tienen empleo o ingresos, mujeres que no son negras.
Y considero que la fortaleza socio-síquica que se seguiría de un feminismo negro moralmente defendible implicaría que yo, sin temor, aprendo a ser capaz de amar y respetar y estar dispuesta a amar y respetar a todos los hombres que, sin temor, aprendan a estar dispuestos a y ser capaces de amarme y respetarme. En suma, si conseguir mi autodeterminación | que yo defina mi identidad es parte de un movimiento de justicia mundial inevitable, entonces yo iré aprendiendo a abrazar a más y más personas del mundo entero, sin temor. Y también sin sacrificarme.
Y esto significa que, como feminista negra, no se puede esperar de mí que respete lo que otra persona llama amor a una misma si ese concepto suyo requiere mi suicidio al nivel que sea. Y esto será válido tanto si esa persona es hombre, mujer, negra o blanca. Mi feminismo negro significa que no puedes esperar de mí que respete lo que otra persona identifica como el Bien del Pueblo | de las Poblaciones si ese supuesto Bien (a menudo traducido en el ser Hombre, o la Familia o el nacionalismo) requiere que posponga o limite mi realización como persona. Ocurre que nosotras somos el pueblo. Y, como mujer negra, soy parte de su mayoría, de la mayoría de cualquier pueblo de la que queramos hablar. Y, por tanto, nada que sea Bueno para el Pueblo es bueno, a no ser que lo sea para mí, pues yo determino | construyo mi identidad.
Así pues, cuando hablo de feminismo negro, estoy hablando desde una consciencia exacerbada de la verdad | realidad de que nosotras, las mujeres negras, estamos concentradas, lamentablemente, en la base de la pirámide económica. Nosotras, las mujeres negras, subsistimos en las condiciones económicas más arriesgadas y menos probables para la supervivencia.
Cuando hablo de feminismo negro, entonces, no hablo de sexualidad. No estoy hablando de heterosexualidad o de lesbianismo u homosexualidad o de bisexualidad; la sexualidad que cada cual elija para sus propósitos no es asunto mío ni asunto del Estado. Es más, no creo que un tipo de sexualidad frente a otro(s) vaya a proporcionar necesariamente mayor felicidad a las personas implicadas. Pero no estoy hablando de sexualidad; estoy hablando de amor, de un respeto y una solidaridad honda y constante por las otras personas, de un amor que sólo puede derivar de que has conseguido quererte, respetarte de una forma sólida, positiva.
Para mí, ser feminista / mujer negra es ser capaz de mirar a mi alrededor con un rabia conmovida e indignada | furiosidad feminista al constatar que sin fin se desprecia a mis hermanas, sin fin se estrangula su vida y potencial: los amargos sufrimientos de cientos de miles de mujeres que tienen que sacar adelante una familia solas, madres de cientos de miles de niños y niñas; la desolación y la futilidad de mujeres atrapadas en ocupaciones que degradan su capacidad y por las que reciben sueldos insignificantes; las desempleadas, las acosadas, las golpeadas, las maltratadas, las ridiculizadas, las difamadas, la trivializadas, las violadas, y las esterilizadas… esos millones y millones de vidas cruciales, creativas y bellas que la pira de la identidad de género reduce a cenizas. Ser feminista negra es mirar a mi alrededor y preguntarme dónde está el amor. ¿Cómo puede ayudar lo que yo haga en mi vida a poner fin a estas tiranías, a estas corrosiones de una posibilidad que debería ser sagrada | respetarse?
Ser poeta y escritora feminista negra también es mirar hacia atrás con rabia emocionada e indignada a lo que ha sido de las escritoras negras hasta ahora. De las tumbas terribles de una conspiración de la tradición contra mis hermanas artistas, debo exhumar | recuperar las obras de escritoras y poetas como Georgia Douglas Johnson. (¿Quién?)
En los emocionantes inicios del Renacimiento de Harlem, Georgia Johnson logró una experiencia vital asombrosa y célebre. Casada con Henry Lincoln Johnson, el registrador de la Propiedad de Estados Unidos en Washington DC, la poeta, por derecho propio, llegó a ser nada menos que comisaria de conciliación del departamento de Trabajo de Estados Unidos. (¿Cómo dices que se llamaba?) Y ella, esta poeta, además disfrutó de la intensa atención y apoyo para difundir su obra del rector Kelley Miller, aquí en Howard, de W.E.B. DuBois , de William Stanley Braithwaite, y de Alain Locke. Publicó nada menos que tres volúmenes de su poesía y encontré su obra en la antología de Countee Cullen , Caroling Dusk, donde Cullen informa de que ella, Georgia Douglas Johnson, crecía como una especie de Gwendolyn Brooks , y celebraba veladas todos los sábados con jóvenes escritoras y escritores de la época.
¿Y qué expresaba esta poeta tan reconocida entonces, que había logrado tanto, con tantas relaciones, y generosidad, qué decía en su poesía, y quién ha oído hoy alguna vez el nombre de Georgia Douglas Johnson? ¿Puede alguien nombrar a dos o tres escritoras de poesía más del Renacimiento de Harlem? ¿Por qué murió, y por qué la obra de todas las mujeres muere sin encontrar un río que lleve lejos el rastro de su talento? ¿Cómo puede ser que tanto si hemos escrito novelas o poesía como si hemos criado a nuestras hijas e hijos o limpiado y cocinado y lavado y planchado, todo lo que hacemos es "trabajos de mujeres", lo que equivale a decir que todo queda, finalmente, despreciado como carente de importancia, y no queda rastro ni eco de nuestros días sobre la tierra?
¿Por qué no sorprende que una mujer negra tan extraordinariamente capaz, con tal genio, y probado talento como Georgia Douglas Johnson pudiera ser la poeta de estos patéticos versos de mendiga?:
My Little Dreams
I'm folding up my little dreams
within my heart tonight
and praying I may soon forget
the torture of their sight.
Mis pequeños sueños
Estoy guardando mis pequeños sueños,
en la mesilla de noche de mi pecho
deseando fuerte poder olvidar
la tortura que es verlos.
(…)
¿Cuánto, cuánto tiempo más vamos a seguir dejando que los sueños de las mujeres sólo sirvan para torturarlas, no para inspirar, emocionar, ennoblecer la promesa de los años de todas y cada una de las vidas que existen?
Aquí tenéis el poema de Georgia Douglas Johnson "El corazón de una mujer":
The Heart of a Woman
The heart of a woman goes forth with the dawn,
As a lovebird, softwinging, so restlessly on,
Afar o'er life's turrets and vales does it roam
In the wake of those echoes the heart calls home.The heart of a woman falls back with the night
And enters some alien cage in its plight,
And tries to forget it has dreamed of the stars,
While it breaks, breaks, breaks on the sheltering bars.El corazón de una mujer
El corazón de una mujer emprende el vuelo al amanecer,
como ave del amor, y aleteando suave, incansable, llega lejos
sobrevolando las torres y los desfiladeros de la vida, aventurándose
tras la estela de los ecos que el corazón llama casa.El corazón de una mujer cae hacia atrás con la noche
y en esta situación suya entra en alguna jaula ajena,
e intenta olvidar que ha soñado con las estrellas mientras
se rompe, se rompe, se quiebra contra los barrotes de la protección.
Y es contra una pena así, contra un suicidio así, contra ese estrangulamiento deliberado de las vidas posibles de las mujeres, de mis hermanas, y de las personas sin poder | de las personas que no se ubican en el Poder (hombres, niñas y niños) del lugar que sea, que yo trabajo y vivo, en este preciso momento, como feminista confiando en que aprenderé a amarme a mí misma lo bastante bien como para amarte (seas quien seas) y que me ames lo bastante bien como para que sepamos exactamente dónde está el amor: que está aquí, entre nosotras, entre nosotros | contenido y compartido por todxs nosotrxs, creciendo y fortaleciéndose a cada paso, en cada minuto.